jueves, 10 de febrero de 2011

EL ARTE DEL MASAJE

“¿Qué extraños, misteriosos y mágicos avatares se encuentran en las manos, para que cuando se aproximan a los cuerpos dolidos, resentidos, enfermizos, o a punto de enfermar, puedan calmar sus pesares, sus quejares y sus daños?
Tenemos indudablemente, que motivar nuestras manos. Pero para ello tenemos que pensar claramente, sentir muy… muy intensamente, y decidirnos de manera inteligente, a mover nuestras manos y nuestros dedos para tocar en el sitio preciso –ni más arriba, ni más abajo-; para tocar en el lado adecuado; para golpetear, si es necesario; para suavizar, si es preciso…
En la actualidad el masaje ha quedado relegado a un arte inferior, un arte menor,  de : “Tócame aquí que me duele”, tócame allá que me voy”, tócame aquí que me quedo!...
El masaje ha pasado  a lo largo de la historia, como algo que finalmente es “frotar y tocar donde duele”, sin más.  Así, ha perdido toda la ritualidad mágica y todo el criterio grandioso que supone ese encuentro del cuerpo con la mano.
Una de las pocas cosas que el hombre sabía y recordaba de sus dolores, sus penares y sus quejares, era que podía recurrir a sus manos para aliviar los síntomas que encontraba en sus semejantes.  Sabía que, con las manos, se podía hacer algo más que dar palmas.
Hay que recordar que el Nei Jing lo consideraba como una terapia importante... El saber actuar a través de las manos es muy importante.
La acción sanadora de las manos tiene tal importancia, que debe ser considerada como un arte: un arte sin duda, mágico; un arte conocido por la sabiduría de nuestros antepasados.  EL MASAJE ES UNA ARTE MAYOR.
Cuando empezamos a aproximarnos a este hombre perturbado, conturbado, dolido, tenemos que seguir una pequeña sistemática que no es rígida. En ese sentido es muy importante que cuando acuda a nosotros ese hombre, ese ser humano afligido que pide nuestra ayuda, tengamos la curiosidad –al menos- de preguntarle: “¿Qué le ocurre?... ¿Por qué cree que le ocurre?”. Hacer una pequeña historia acerca de sus padecimientos. Que no seamos unos simples abordadores de dolores o de pesares, sin antes haber escuchado el lamento del corazón…  Después de hacer –al menos- una breve historia, hay que acercarse con cuidado, con prudencia, con respeto, a aquella parte del cuerpo que duele –si se tratase de un dolor- o aquella que fuera su equivalente energético, para calmar esa pena, ese sufrimiento afectivo tan propio de nuestra era, y que difícil solución encuentra en la medicina moderna. A veces, una pequeña escucha o una pequeña acción es suficiente para hacer retomar el impulso”.       
Padilla Corral, José Luís. LAS VÍAS SANADORAS DE LAS MANOS. Fundación Nei Jing. Primera edición 2008

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Recuerda dejar tu nombre en todos los comentarios que hagas. Gracias