El masaje es algo que empieza y nunca termina, ya
que sigue indefinidamente y se vuelve cada vez más profundo y elevado.
El masaje es un arte sutil. No es tan solo una cuestión
habilidad, sino más bien de amor.
Primero aprendes la técnica y luego te olvidas de
ella.
Percibes y creas movimientos a través de tus
sentimientos.
Cuando llegas a conocer profundamente el masaje, el
90% del trabajo se hará a través del amor y el 10% a través de la técnica.
Es suficiente el contacto – el contacto de amor-
para que el cuerpo se relaje.
Si sientes amor y comprensión hacia
la persona que estas masajeando, si la miras como si fuera una energía de valor
inestimable, si te sientes agradecido por la confianza que ella ha
puesto en ti y por el hecho que te deje actuar sobre ella con tu energía,
entonces tendrás cada vez más la impresión de tocar un instrumento musical. El
cuerpo entero se volverá como las teclas de un órgano y sentirás en ti la creación
de una armonía. No solo se
sentirá relajada la persona que estás masajeando, sino también tú.
Disponte en oración.
Cuando toques el cuerpo de una persona, debes estar dispuesto a orar, como
si Dios mismo estuviese ahí
presente, y tú simplemente le sirvieras a Él.
Déjate ir con la energía total. Cada vez que ves
fluir el cuerpo y ves la energía dando paso a una nueva armonía, sentirás una
dicha que no tiene comparación y te hallará en medio de una meditación
profunda.
Mientras estés masajeando, simplemente masajea. No
piense en otra cosa. Penetra con tus dedos, con tus manos, como si tú misma
existencia penetrara con ellos. No te conformes con el “tocar físico”. Tu alma
penetra en el cuerpo del otro, y aún las más intensas tensiones se sueltan.
Haz de él un placer, no un trabajo. Haz de él un
juego y … ¡DIVIÉRTETE!
Bhagwan
Shree Raineesh